Caminando en círculos.

lunes, mayo 19, 2008

Jodía Pavia

Jodia Pavia - Arturo Pérez-Reverte

Desde su cárcel madrileña, Francisco I de Francia rememora la batalla en que fue derrotado y preso en Italia por las tropas de Carlos V.

QUERIDA MIMÍ:
Aquí me tienes, voilá, de turista forzoso en Madrid. Alojado en una torre que llaman de Los Lujanes, con ese cabroncete de Carlos, emperador de los alemanes y de los españoles y de la madre que los parió a todos, visitándome cada tarde para chotearse entre tapices gobelinos y mucho vuesa merced, primo, hermano, monarca francés y toda la parafernalia. «Estáis en vuestra casa, rey cristianísimo», dice, como si esto fuese otra cosa que una cárcel; y me muerdo de rabia los encajes almidonados viendo la sonrisa guasona que le apunta bajo la barbita. Menudo cabrón, mi primo el Ausburgo. Vaya suerte la suya, oyes; y eso que lo suyo fue de pura chamba, hay que fastidiarse. Que si Fernando de Aragón e Isabel de Castilla no llegan a hacer aquella boda –menudo braguetazo-, y Felipe el hermoso, su yerno osterreiche, no se va a criar malvas y deja a la Juana Majareta esa viuda, y al chaval este, al flamenco Carlitos que Dios y el turco confunda, no le toca la corona imperial en una rifa, a lo mejor yo no me veía ahora aquí pintando la mona de huésped forzoso, y el emperador europeo sería el menda, como el yayo Carlomagno, que en gloria esté con Roldán y los doce pares; y no estaría escribiéndote desde la Torre de los Lujanes, plaza de la Villa, Madrid, Spain, sino retozando contigo en Blois, a orillas del Loira. Yo comiendo fuagrás, mon petit chú. Y tú lo que ya sabes.
Recordarás que mi última carta te la escribí en Pavía con fecha de 23 de febrero de 1525, la noche antes de la batalla. Leída ahora supongo que te parecerá un poquillo confiada, a ver si me entiendes, sobre todo aquello de «a esos españoles muertos de hambre nos los vamos a comer sin pelar», lo que «entre ellos y nosotros no hay color», o lo de «vamos a darles de hostias hasta en el carnet de identidad». Pero las cosas, Mimí, hay que considerarlas en su contexto. Ponte en mi lugar: rey de un país glorioso que te cagas, caballero de pro, rodeado de la flor y la nata de caballeros choisís entre la nobleza más granada de la France, y encima con una pasta gansa para pagar la soldada a un ejército de treinta mil fulanos suizos, alemanes y franceses, con más cañones que el enemigo y con una caballería a la que daba gloria verla, con sus penachos, y sus gualdrapas, y sus armaduras relucientes de Sidol, y sus camisitas, y sus canesús. La créme, para que me entiendas. Unos soldados que estaban, te lo juro, para comérselos. Y enfrente, como enemigos, con muchísimos menos jinetes y cañones, cuatro mil españoles morenos y bajitos oliendo a ajo y a vino tinto, imagínate a los muy tiñalpas, con diez mil alemanes –borrachos y amotinados, como de costumbre- y tres mil italianos apellidados Luchino, y Moschino, y Armani y todo eso, calcula las perlas de la milicia, todos de extrema sensibilidad y mucho diseño, con uniformes divinos, eso sí, pero de escasa eficacia a la hora de tararí, tararí, sobre el hombro, marchen, etcétera. Que entre todos, en fin, componían las tropas imperiales, y además iban ya medio en retirada y muy hechos polvo, hasta el punto de que yo estaba plantado allí con mi campamento y mis banderas con la flor de lis, asediando Pavía tan ricamente, y con ansias de terminar la campaña para volver a Francia y darte, mon amour, las tuyas y las de un bombero.
Total, que allí estábamos, yo asediando comme il faut y los enemigos, o sea, Antonio de Leyva –veterano de treinta y dos batallas y cuarenta y siete asedios, el jodío- dentro de la ciudad y su colega el marqués de Pescara en la otra punta, donde a Cristo le pusieron el gorro. Y a todo esto se le ocurre a los imperiales aprovechar la noche y la lluvia y la niebla para jugarme la del chino. Como te lo cuento, cheríe. Nada de presentarse después del desayuno con trompetas y banderas y todas esas cosas propias de gentilhombres y gente bien educada; sino que los muy perros se ponen camisas encima de los petos para reconocerse en la oscuridad, hacen tres brechas en la muralla del parque frente a Pavía, y se cuelan por allí después de oír misa y confesarse, y de que Pescara, que es soldado viejo y conoce el paño, les diga eso que con los españoles en cuestión de guerras y de conquistas es mano de santo y no falla nunca: «Hijos míos, estáis muertos de hambre, y yo también. El pan está en el campo francés, y así que maricón el último». Y encima el muy borde va y me los calienta más contándoles –lo que además era una cochina mentira-, que yo había ordenado degüello general y no dar cuartel a ningún español, y que o ganaban o iban listos de papeles. Así que figúrate. Con la mala leche que ya de natural tienen esos prójimos, allá fueron todos, o más bien vinieron, o sea, imagina con qué talante, blasfemando en arameo, que si Santiago y Cierra España y que si Dios y la Virgen y San Apapucio, y el Copón de bullas y la Puta de oros a caballo. Y resulta que en plena noche están mis centinelas allí, de guardia tan campantes, saboreando el vino de Burdeos y los caracoles a la borgoña que esa noche teníamos de rancho, au clair de la lune como quien dice, mon ami Pierrot, y de pronto se lía la pajarraca, pumba, zaca, cling, clang, y se monta un cipote de tres pares de cojones. La de Pavía.
En fin, que yo salgo de la tienda de campaña en camisa, con la armadura flordelisada a medio poner. Y pregunto qué coño pasa, mondieu, y un imbécil de mi estado mayor, el marqués de Les Couilles Violets, va y dice: «Es que los españoles huyen, majestad». Y añade que lo sabe de buena tinta, el muy subnormal. Entonces yo contesto que parfait, que me traigan el caballo y la espada y la lanza que vamos a perseguirlos hasta hacerlos picadillo. Una carga de caballería voy a darles, digo, que se van a ir de vareta por la pata abajo. Pour la France, con un par. Así que entre la niebla y el amanecer organizamos la galopera, y los dos bandos nos acometemos con unas ganas que para qué te cuento, mon amour. Lo primero de todo le hacemos filetes a los malos un escuadrón de caballería, y nos quedamos con sus cañones por todo el morro, vive la France y todo eso, mientras ellos intentan su movimiento de flanqueo. Lástima que no me vieras, chochito mío, tan gallardo como acostumbro, cargando a la cabeza de mis gendarmes y caballeros como en los torneos, la caballería andante revivida, sus y a ellos, deliciosamente feudal, como te digo, el espectáculo, que no me daba besos a mí mismo porque con el casco y la armadura no podía. Y fíjate cómo le pondríamos de chunga la cosa a los imperiales, que luego me contaron que un capitán italiano, viendo el panorama, le dijo al de Pescara: «Pardiez, paréceme cordura recogernos un poco en aquel bosquecillo». Pero el otro, un abuelo correoso que no veas, con más batallas a cuestas que le gran pére Cebolleté, le dijo anda y que se recoja tu puta madre, chaval, que yo estoy viejo para ir corriendo de un lado para otro. Así que se volvió a la infantería española, los arcabuceros de las compañías vizcaínas y guipuzcoanas y castellanas y los otros que por allí andaban hasta sumar mil y pico, y les dijo: «Señores, mecagüentodo. No hay que esperar sino en vuestros arcabuces y en Dios, por ese orden». Y entonces todos se pusieron a gritar: «Olé tus huevos, aquí están los españoles, aquí está Pescara, Es-pa-ña, Es-pa-ña», como si aquello fuera una final de liga, que en realidad lo era. Y a todo esto, mientras tanto, allá les vamos nosotros, o sea, yo, moi, le roi, con toda mi flamante caballería pesada de la nobleza francesa y con los lansquenetes alemanes que nos siguen pasito misí, pasito misá. Y cuando veo a los jinetes enemigos hechos una piltrafa, considero que la batalla está ganada, pues como buen caballero y gentilhombre desprecio a la chusma de a pie, y creo –hasta ese momento te juro por mis muertos más frescos que lo creía- que es la flor y nata a caballo, la elite montada, la que decide ese tipo de cosas. Así que toco carga, tía. Una carga preciosa, las cosas como son, espadas y banderas en alto y todo eso. Pero aquellos fulanos chaparros y morenos y barbudos de enfrente, asómbrate, con los cojones duros y pegados al culo como los de los tigres, aguantan, cherie, o sea, maldita la madre que los parió: se mantienen en sus posiciones junto al bosquecillo de marras aunque les viene encima cientos de toneladas de caballos y de armaduras y de mis piqueros tudescos; y cuando decido retroceder un poco y me reagrupo para ordenar las filas y tomar aire, veo que me han dejado en el campo, a bote pronto y allí mismo, por la cara, cinco mil palmados. Los hijoputas.
Y encima resulta que en el resto del frente las cosas no van mejor. Para ser exactos, van de pena. Mis mercenarios alemanes de la Banda Negra, o sea, lo mejor de cada casa –tendrías que verles el careto a esos animales, si hubiera quedado alguno vivo- se enfrentan a los también alemanes que se lo curran para el Emperador. Imagínate el cuadro, habida cuenta que unos y otros se odian a muerte, todo ese cipote de tudescos dándose hostias unos a otros, hasta arriba de cerveza y marcando, supongo, el paso de la oca: up, aro, up, aro. Aberrante, o sea. Kafkiano. Al final ganan los imperiales, que también es mala suerte la mía, y al mismo tiempo me entero de que, en el otro lado, el grueso de infantería española, al grito de «Santiago, España, cierra, cierra», está pasándose por la piedra, ris-ras, a mis pobres mercenarios suizos, que con esa cara de intelectuales que suelen tener los suizos ponen pies en polvorosa, por primera vez en su larga y honorable historia de tropas a sueldo del mejor postor; y de suizos sólidos y fiables pasan a convertirse en suizos de café con leche. A esas alturas de la feria, comprendo que no es mi día. Ni mi año. Tengo quince mil muertos, que se dice pronto, y el río Tesino baja lleno de fiambres de orilla a orilla. En realidad me encuentro, te lo confieso, bastante confuso. No logro explicarme cómo un ejército tan caballeresco y flamante como el mío, en orden y bien alimentado, un ejército francés de la Francia, acaba de ser hecho trizas ante mis ojos en poco rato por una chusma meridional y sudorosa que carece de modales, ni cómo esos arcabuceros impasibles y con tan mala follá han sido capaces, contra toda lógica, de destrozar en una sola mañana y en campo abierto a la mejor caballería de Europa, la francesa, y a la mejor infantería de Europa, la suiza. Histórico, nena. Como para aplaudir, si no fuera yo quien pagara la juerga. Y ahora todo es bang, y ziaang, y chas, y me veo con toda mi estupenda caballería emperifollada en el centro de aquella merienda de negros. Y de ti para mí, lo confieso: bastante acojonado.
Porque imagínate el cuadro, prenda mía. En este paisaje, sólo quedo yo en el centro con mis mejores jinetes, bien agrupados y a caballo, la créme de la créme esa de la que te hablaba antes, mis marqueses y mis condes y mis duques y sus hijos y sus cuñados, todos con sus armaduras floridas y sus penachos y sus caballos purasangres que valen un pastón largo, en busca de un hueco no para cargarle al enemigo, que eso ya es lo de menos, sino para largarnos de allí como quien se quita avispas del culo, entre las filas de arcabuceros españoles que nos rodean arrojándonos encima una nube de plomazos que repica contra los arneses como si granizara. Al final empiezan a pegarnos tiros a los caballos, con una grosería y una falta de modales inaudita, y cada vez que uno de mis leales vasallos da con la armadura en tierra, con mucho cling-clang y mucho ruido, los españoles dejan sus arcabuces, y a la carrerilla se meten entre nosotros, espada o daga en mano, para rematarlo en el suelo. Yo grito mucho vive la France, a mí, uníos a mí, sus y a ellos, etcétera, que es lo que se espera, supongo, que un rey francés diga en esos casos; pero de allí no hay quien salga, y los españoles ya se meten ahora entre las patas de los caballos, desjarretándolos o destripándolos con sus dagas, para hacernos caer al suelo –imagínate el hostiazo, cubiertos también de coraza, cataclás, quinientos kilos de carne y acero viniéndose abajo con jinete incluido- y se arrojan como lobos sobre mis pobres gentilhombres, a los que degüellan sin misericordia metiéndoles los puñales entre las junturas de petos y yelmos mientras éstos intentan levantarse del barro con las pesadas armaduras que los cubren; y da lástima verlos protestar a los probrecillos, pero quesquesé, esto no es jugar limpio, pardieu, qué falta de etiqueta, etc, etc, mientras los otros les meten los aceros por el garganchón, chaf, ras, glup. Así los míos pasan de ser florida caballería a montones de solomillo sangrante bajo los armaduras: al pobre Couilles Violets le levantan la visera del yelmo y le destrozan la cara con la moharra de una pica. Al duque de La Refanfiflére le sacan el caso, y mientras unos le quitan la cadena de oro y las sortijas, otros le echan atrás la cabeza y lo desangran como a un cerdo. A La Soufflebottoniére y a no sé cuántos les levantan los faldetes del peto y les disparan el arcabuz en las entrañas, reventándolos dentro de su armadura, pumba, chof, que da grima, te lo juro, sólo recordarlo. Así me los van haciendo palmar uno por uno, a mes enfants de la patrie, bang, ris, bang, ras, y me quedo más solo que la una. Alone, que diría el gordinflas de mi primo Enrique VIII, el hijoputa, ahí tan campante en Londres descabezando esposas y ñaca-ñaca, mientras disfruta con el espectáculo de ver los toros desde la barriére.
Y en esas sale mi número, o sea, que me llega el turno. Quiero decir que a mi caballo, el fiel Gastón Royal Fashion, le pegan varios tiros en la cabeza, bang, bang, y me voy abajo con todo mi golpe de armadura, zaca, pegándome una costalada de veinte pares de cojones. Pero mucho ojito, cherie, soy un rey francés y para cojones los míos; así que intento levantarme a pesar de la armadura, y cuando casi lo he conseguido meneo la espada dispuesto a morir empachado de gloria como el resto de mis pobres muchachos. Pur la France. Pero cuando echo un vistazo alrededor y veo la que se me viene encima, el tropel de fulanos barbudos con los ojos inyectados en sangre que se arroja directamente a mi real pescuezo, me lo pienso mejor y digo bueno, vale, voyons, soy el rey, a ver aquí a quién hay que rendirse. A ver si nos organizamos un poco. Pero la cosas no está clara, porque en mitad de la pajarraca me caen encima varios de esos cromañones, y uno, con las manos ensangrentadas, la cara tiznada de pólvora y una cara de loco que te cagas, llega y me dice: «Errenditú, bestela barrabillak mostuko dizkiat». Y yo me digo que tiene delito la cosa, seis años estudiando español con un profesor nativo particular, figúrate, y el tal profesor en plan pelota, perfecto, majestad, un acento que ya lo quisiera Carlos V, etcétera, y ahora resulta que estoy aquí en una batalla y con el ruido y la vorágine no me entero de nada. No comprendo un carajo de lo que suelta este fulano. Barra de billar, me parece que dice, pero no sé qué coño tiene que ver una barra de billar con todo este invento. Así que me levanto la visera del casco, acerco la oreja y le digo, con mucha educación y mucho tacto: «¿pardon?... ¿Qu’esque vudit?». Y el otro, con una cara de mala leche que ni te cuento, me pone la espada en el real gaznate y me pregunta «¿Errenditú?». Y yo le contesto que yo bien, gracias, bien de momento. ¿Y tú?, añado. Pero empiezo a mosquearme, porque de pronto se me ocurre que a lo mejor no me estoy rindiendo a un español, sino a un alemán, o a un suizo, o a un croata, o vete tú a saber. A lo mejor la he cagado, me digo, y éste sólo pasaba por aquí y no manda un huevo, o es de otra guerra. Así que decido no rendirme, y me bajo otra vez la visera del casco, y le tiro al fulano raro ese una estocada, pero le fallo. Y no veas cómo se pone, el tío. Ya ni dice errenditú, ni errendiyó, ni barra de billar ni nada de nada, sino que empieza a darme sartenazos con la espada, que se los voy parando de milagro, y al final, sin resuello, me subo otra vez la visera y le digo vale, tío, me has convencido, me rindo. ¿Capichi? Je suis le roi, y me renduá pero ya mismo. Rendemoi. Así que deja de darme espadazos en los huevos. Y en estas llega otro español, o lo que sean estos fulanos, y le dice al energúmeno: «Juantxu, detente pues. Rey francés es, trincado lo hemos. Aúpa Hernani». Y entonces empieza a llegar gente y a abrazarse y a decir aúpa, aúpa, y resulta, al fin me entero, que los que me han trincado son de una compañía de arcabuceros guipuzcoanos, y que el energúmeno se llama Juan de Urbieta y es de un sitio que por lo visto le dicen Hernani, y que eso que mascullaba del errenditú y la barra de billar significaba literalmente, en su lengua de allí: «O te rindes o te corto los cojones»... Que ese es el problema, ahora me doy cuenta, que tienes con los españoles en esto de las guerras: que vas a rendirte con toda tu buena fe, y si no controlas la cosa lingüística, depende con quién caigas pueden darte matarile por el morro, mientras tú miras alrededor desesperado en busca de un intérprete. Como si ya no tuvieran bastante peligro por sí mismos, estos hijoputas.
En fin chica. que aquí me tienes, comiéndome más talego que el conde de Montecristo, mientras espero que a mi primo el emperador se le ponga en los huevos soltarme. La torre ésta de Los Lujanes no es mal sitio: un poco oscura y húmeda, pero me consuelo pensando que peor están ahora mis nobles caballeros, La Soufflebottonière y los otros, la créme de la créme y todo eso, putrefactos y a dos palmos bajo tierra. Sic transit gloria mundi, que decía no me acuerdo quién. Demóstenes, me parece. O uno de ésos. A mí, volviendo a lo importante, me toca, créeme, la prueba más cruel, lo más duro y terrible, seguir vivo. Pero no me quejo, porque mi vida no es mía –por eso no dejé que me mataran en Pavía, y muy a mi pesar, haciéndome gran violencia ética, pedí cuartelillo- sino de Francia. Y quien vive hoy puede luchar mañana. O pasado mañana. O vete tú a saber cuándo. Respecto a mi libertad, Carlos dice que de rescate ni hablar, que eso es muy antiguo y que desde el Amadís no se usa, y que a ver si me creo que soy Ricardo Corazón de León. Que menos lobos, Paquito, dice –no te puedes imaginar lo que me revienta que me llame Paquito-. Aprovechándose de los trenes baratos, ahora se ha puesto flamenco y quiere que le devuelva la Borgoña, y que abandone mis pretensiones sobre Flandes, y sobre Nápoles y Milán, y un montón de cosas más. Mucho me temo que con esto de Italia y Flandes y con esa gente que los españoles están mandando para América –tiemblo sólo de imaginar al errenditú y sus colegas en América- estos cabrones van a crecerse mucho, y a ese chico, Carlos, y a su familia les espera por delante una buena racha, y que al menos por un siglo o dos nos van a dar bastante por saco a nosotros, a Europa, e incluso a Su Santidad, que les tiene tanto miedo en Italia que no le cabe un cañamón por el ojete. En fin, qué remedio. Ya vendrán tiempos mejores; hasta entonces, ajo y agua. El caso es que dice Carlos que si le doy mi palabra de honor de caballero de que respetaré esos compromisos, me da boleta pero ya mismo. Y la verdad es que me lo estoy pensando. Me refiero a lo de dar palabra de honor, que es gratis, porque lo otro no pienso darlo ni harto de rioja, que es un líquido al que aquí –no te rías, cariño- llaman vino. A fin de cuentas, eso se arregla luego con retractarme de lo prometido cuando esté otra vez libre en Francia. Que de caballerosidad y honra ya tengo lo mío, maldita sea mi estampa. Tengo murga de ésa por un tubo: tararí, tararí, y al final de tanto tararí, uno, por muy caballero y muy elegante y mucho real paquete que marque, termina con el errenditú de los cojones, el Juan de Urbieta ése y toda su cuadrilla de vascongados, de españoles o de lo que sean, encima de la chepa y dándote las del pulpo. Mucho me temo, chata, que los tiempos están cambiando. Y que esta vez, en Pavía, Francia et moi hemos hecho bastante el gilipollas.

Te adoro, etcétera.

François.

miércoles, febrero 27, 2008

No Direction Home



How does it feel?
How does it feel?
To be on your own
with no direction home
like a complete unknown
like a Rolling Stone

domingo, febrero 03, 2008

Nuevos planes, idénticas estrategias. II

El martes examen de Estrategias de Marketing (De puto culo, por cierto, necesitamos un milagrico casi todos) y dos semanas de vacaciones (o más)

domingo, enero 27, 2008

El Perseguidor

And....If the end I lefto of dream about you...

In memoriam of Ch. P.

viernes, enero 18, 2008

Mediterráneo




Puedo contar mi vida uniendo casualiades. Mediterráneo, siempre Mediterráneo.



Quizá porque mi niñez
sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya,
y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.

Yo, que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno.

A fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.

A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino...

Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...

¿Qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo?

Y te acercas, y te vas
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea
te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer
perfumadita de brea

que se añora y que se quiere
que se conoce y se teme.

Ay...si un día para mi mal
viene a buscarme la parca.
Empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...

En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.

Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista...

Cerca del mar. Porque yo
nací en el Mediterráneo...



miércoles, enero 16, 2008

Concurso Blogero

Prometo hacer un regalo que chane a la persona que sin la ayuda de Goggle (si lo usais no me engañais a mí, os engañais a vosotros mismos) acierte en que peliculas aparecen estas frases:


La nave aguantará (eso espero)

Si no tienes mi maldito dinero, te abriré la puta cabeza delante del banco, y con un poco de suerte, para cuando salgas del coma ya habré salido de la carcel, y ¿sabes qúe? te volveré a abrir la puta cabeza, porque ese es mi trabajo y la carcel me importa una mierda

Usen la velocidad absurda

Totó, creo que esto no es Kansas

A mi señal, ira y fuego

Este soy yo cascandomela en la ducha. Es el mejor momento del día, después, todo va a peor

Yo sigo siendo una estrella... Son las películas las que han empequeñecido

¡Ey, Hinkky!

Que cabrones, ¡no han dejado ni las ruedas!

¿¿Es que todo el mundo está corrompido??
-Yo no conocer a todo mundo

Todos esos recuerdos se perderán como una lágrima en la lluvia

Señores! no pueden pelearse aquí! esto es al sala de guerra!

Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un gangster

Es ciaunuro, Mortimer

Puedo contar mi vida uniendo casualidades

Claro que lo recuerdo...Los alemanes iban de gris y tú de azul

Llega un momento en la vida de todo hombre razonable en el que ha de admitir sus fallos. Por suerte nunca fui un hombre razonable.

Ezequiel 25:17

viernes, enero 04, 2008

Como una sola alma

Himno oficial del Centenario Grana

Real Murcia. 1908-2008

jueves, enero 03, 2008

Pueblo Blanco





Para A, su canción favorita de Serrat:

Por Joan Manuel Serrat

Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco,
bajo un cielo que a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.

Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra,
sólo el olvido camina lento
bordeando la cañada,
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.

El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura,
el cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán,
y mi pueblo después
vio morir a los tres,
y me pregunto: porqué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.

De la siega a la siembra
se vive en la taberna,
las comadres murmuran
su historia en el umbral,
de sus casas de cal.

Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que noche a noche forjaron en su mente,
fuerte para ser su señor
y tierno para el amor.

Ellas sueñan con él
y él con irse muy lejos,
de su pueblo y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir
quieren morirse al sol,
la boca abierta al calor, como lagartos
medio ocultos tras un sombrero de esparto.

Escapad gente tierna
que esta tierra está enferma,
y no esperéis mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.

Toma tu mula, tu hembra y tu arreo,
sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna,
tal vez mañana sonría la fortuna
Y si te toca llorar,
es mejor frente al mar.

Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí,
pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.

domingo, diciembre 23, 2007

Se equivocó la paloma.



Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor; la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
Rafael Alberti

lunes, diciembre 03, 2007

El Fracaso de las listas.

Estos eran mis deseos para el 2007, entre paréntesis, mis comentarios, cuando ya casi se ha ido el 2007




- Que se muera algún dictador más
(SÍ)
- Hacer algún viajecico guapo (Insisto: Marruecos), sino, Siempre nos quedará París
(¿ANDALUCÍA VALE COMO PARTE DE MARRUECOS?)
- Que le Madrid descienda 3ª
(NO)
- Que mi hermano Jesús apruebe la ESO de una vez y deje de darle disgustos a mi madre
(NO)
- EL pequeño sólo quiere un caballo... (SÍ)

- Que mi primo tenga trabajo todo el año y pueda pagarse su Focus mega-guay. También que pueda ver más a Marta y que En Juni nos vayamos los dos con el Fernandico a la Redonda. (SÍ A LA PRIMERA PARTE. A LA REDONDA FUIMOS EN MAYO, PERO TB VALE)


- Que hay un eclipse lunar en la vida de Juanal. (NOOOOOO)

- Pal Perico nada de nada. (NADA DE NADA)

- Que Maria se ponga güena y le den el Premio extraordinario nacional(EL TERCERO VALE?)

- Que el estrella Grana gane de vez en cuando (TUVE QUE ASUMIR YO EL MANDO DEL MISMO, PERO SÍ)

- Que María Valverde se enamore de Pedro (NO)

- QUe Mayka sea feliz. Aunque yo no esté para verlo. Que te vaya bien, Miss Carrusel. (PUES NO LO SÉ, LA VERDAD, PERO CREO QUE SÍ)

- Que el 2007 sea tan bueno para Mariolo como el 2006 (ME IMAGINO)

- Que Isa acabe la carrera, supere la maldición del 4ºH y siga siendo mi compañera de cantina. Buenos días princesa. (A LA PRIMERA PARTE SÍ, A LA SEGUNDA, DEFINITIVAMENTE NO)

- Que se proclame la III república (JO)

- Creo que lo anterior tb lo pido para Aquino (SNIFF)

- Ver a Raquel (NOP)

- Conocer a alguien que escriba por aqui (NO)

- Ser cada día más malo, cruel y vengativo. (SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII)